Por José de Guardia de Ponté
En Aproximaciones
Para empezar, según la OMS Organización Mundial de la Salud el “edadismo” es discriminar a una persona por su edad. Lo sufren tanto jóvenes como viejos ya que de alguna manera se ha impuesto un culto al éxito y a la imagen, al plástico y a la virtualidad superflua y fuertemente al individualismo más cruel e inhumano como símbolo de juventud.
La cultura cuasi-norteamericana del Play Boy, del Dandy, y ahora el Yupi marcaron la tendencia del exitoso pero inescrupuloso hombre de negocios que todo lo puede. La Civilización del poderoso ejecutivo que gana millones con sólo chasquear los dedos, perjudicando y sacándose de encima a cualquier desprevenido que se le cruce en el camino.
El culto a la juventud, en este sentido, se ha convertido en un ícono de nuestros tiempos neo-posmodernos. Amén de considerar que todo lo creativo e innovador sólo depende de una persona joven en edad, cuando está comprobado que los grandes inventos revolucionarios en la historia humana, salieron de la cabeza de alguien experimentado y de muchos años de intentar y fracasar reiteradamente. Otra consigna estigmatizante es “estoy muy viejo para esto o para aquello…” cuando es una realidad, al margen de ciertos esfuerzos físicos, que no hay nada que una persona de edad no pueda hacer. Giuseppe Verdi estrenó su mejor obra a los 79, Ludwig van Beethoven estrena la 9na. sinfonía a los 54 años y Frank Lloyd Wrigth estrena el Museo de Guggenheim de Nueva York a los 91 años, por lo que demuestra la ridiculez de la cuestión.
Además tiene claros efectos negativos, en realidad sobre todas las personas y en su conjunto a la sociedad ya que se transforma en un claro miedo a envejecer, o peor todavía, el estar cerca o acompañar a un viejo.
Mateo Alemán nos dice claramente:
“La juventud no es un tiempo de la vida, es un estado del espíritu”.
Pero toda va de la mano en este mundo traidor, una de las paradojas más grandes es que la ciencia busca alargar la vida pero a la vez no se cuida, respeta e interpreta a los mayores. En las carreras de medicina de las universidades del mundo se estudian las patologías que aquejan a cuerpos jóvenes, la gerontología es apenas un capítulo y en algunas ocasiones ni está incluido en los planes de estudio. La OMS ha determinado que los fármacos actuales en su gran mayoría no brindan los mismos resultados a los ancianos y hasta en algunas oportunidades son perjudiciales.
Esta nefasta corriente de pensamiento encuentra justificación en teorías como la de “desvinculación” de E. Cummings y W.E. Henry que en el año 1961 publican el resultado de una investigación llevada a cabo por un equipo de investigadores pertenecientes al Comité de Desarrollo Humano de la Universidad de Chicago, según la cual, a medida que el sujeto envejece, se produce una reducción de su interés vital por las actividades y objetos que lo rodean, lo cual va generando un sistemático apartamiento de toda clase de interacción social.
Algunos países, como los nórdicos, se han hecho oídos de estas teorías y han implementado leyes excluyendo del sistema a toda persona mayor de 60 años, hasta se les quita la licencia de conducir. Luego se los excluye a lujosos asilos de ancianos donde perecen indefectiblemente de depresión y/o tristeza.
Ingmar Bergman defendía la posición diciendo:
“Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”.
Lo cierto es que la vida es como una obra de teatro, cada capítulo y escena, de principio a fin, debe ser interesante y atrapador. Tú escribes el guión, y será tan bella como quieras dirigirla.
En mi caso, sólo espero que cuando se cierre el telón pueda sentir en mis oídos… un fuerte aplauso.-
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